Una simple definición de diccionario

jueves, 19 de agosto de 2010

Lelouch to Zero.



Lelouch dice:
*Wenas ^^

Zero dice:
*Wenas ^^

Lelouch dice:
*¿Qué tal?

Zero dice:
*Supongo que bien, aquí echando un rato para vaciar mi mente de pensamientos innecesarios. ¿Y tú?

Lelouch dice:
*Más de lo mismo, me atrevería a decir
*Oye, me resultas familiar... ¿Te conozco?

Zero dice:
*Quién sabe, a lo mejor sí o a lo mejor no. Ciertamente, tienes un aire familiar... Como si antes hubiesemos hablado o algo por el estilo
*Pero sí, parece como si nos conociésemos o algo similar
*Y, dime, ¿qué tienes en mente que te haga querer estar por aquí de esa manera?

Lelouch dice:
*¿La verdad? Nada bueno y malo al mismo tiempo
*Le doy vueltas a muchas cosas... A veces peco de pensar demasiado, de preocuparme demasiado... En otros casos, de hacer justamente lo contrario
*Si estamos en una situación similar supongo que a ti también, ¿no?

Zero dice:
*Jajaja
*Sin duda, es una situación extraña... Pero, por desgracia, parece algo "común" en mi vida
*Y sí, parece ser que estamos en las mismas situaciones... O en la misma situación, si quieres ir a un tema en concreto
*Por cierto, me gusta como hablas
*Parece que nos han educado de la misma forma

Lelouch dice:
*Gracias por el halago, y lo mismo te digo ^^
*Educado de la misma forma... Yo he sido quien me he educado, viviendo día tras día e intentando que mi naturaleza no sea pisoteada por las experiencias
*A menos que tú seas yo, lo dudo mucho

Zero dice:
*O a menos que tú seas yo, o que yo sea tú... A lo mejor somos la misma persona pero no lo sabemos
*Nos resultamos similares, conocidos... Pero nada más
*Como una persona tras levantarse y mirarse al espejo, y dependiendo de su situación vea a una persona u a otra... Pero difícilmente se reconoce

jueves, 12 de agosto de 2010

Borradores apreciados...


Porque a veces lo que escribo sólo se queda gestando, esta actualización será de aquellos fragmentos que tengo por aquí, con su correspondiente título. Quizás de esta forma me digne a darles una continuidad, a que sigan creciendo y creciendo... A darles un digno final. Hay que aprender a apreciar lo que uno hace, aunque le parezca que no esté bien.

¿Mi favorito de los que aquí publico? Todos y ninguno, aunque le tengo especial aprecio al último que aquí publico.

Disculpen las molestias.


- Es la hora... de escribir.


Miro el reloj, que me devuelve mi propio reflejo con sus agujas de fondo. ¿Qué hora es? Aunque acabo de mirar, me he fijado más en mí mismo que en la hora en sí. Vuelvo a mirar, y veo que no es demasiado tarde. Ahora, lo que queda es aprovechar el tiempo que me quede antes de que se me acabe el tiempo.

Comienzo a escribir, suavemente, sin tener ni idea de qué es lo que saldrá de este teclado y de mis dedos. Es una sensación curiosa, el perder la noción de la hora, sobre todo cuando tienes que estar mentalizado de ello en todo momento. No hay nada más que esta "hoja", aunque sea de ilusorio papel, y yo. Pero también está el teclado, lo que te rodea, tu cuerpo, tus necesidades, los estímulos externos en definitiva... Tantas y tantas cosas, que en verdad resumir tanto puede ser hasta una falta de conciencia considerable.

Vaya... El tiempo está volando, ¿qué he estado haciendo hasta ahora? Sigo sin tener una respuesta clara para ello, pues ni siquiera mi mente está mentalizada, qué curioso.

- B.T



Rodeado en un majestuoso valle de flores, mirando volar los pétalos de aquí para allá, sin un rumbo fijo más allá de dejarse llevar por el viento, en una dulce sinfonía carente de música. La música se percibe por los ojos, en una explosión de luz y de color, la sinextesia nos hace comprobar como cualquier cosa tiene sentido. Sólo tenemos que encontrarla.

Y llegan revoloteando unas suaves aves, de plumaje vistoso y colorido, de verdes chillones, de rojos marchitos, de azules colbalto, etc. Se paran a tu lado y te saludan, gorgoteando sonoramente.

Se te escapa una carcajada, al no saber el comportamiento de estas aves que nunca antes habias visto.

- Not fill.

Dentro de cada persona existe una cantidad de espacio limitada. No todos los límites son iguales, ni tampoco lo que puedan albergar en su interior. Como un pequeño baúl, que puede tener aquello que sea lo suficientemente pequeño para caber. Puedes poner tres objetos grandes y no podrá cerrarse, o cientos y cientos de pequeños objetos de diversa índole que le permitirán cerrarse sin problemas, conservándolos.

¿Y dónde pone ese límite? No lo pone en ningún lado, como en los coches o pesos, de cuanto pueden soportar.

La razón de esto es que siempre está cambiando ese límite, a veces siendo mayor, otras menor, etc. Incluso cuando no lo tocamos en mucho tiempo, este límite puede hacer que lo que podía ser guardado sin problemas, esté sobresaliendo ahora mismo.

Siempre cambiante, ensanchándose o menguando. Nunca estaremos lo bastante seguros como para saber donde empieza o donde acaba...

- Cartas de un hombre que sólo quería... Parte 1.


Tercer día del quinto sol antes de la primera noche, época de las nieves. [Lo que equivaldría al año 903 según nuestros cálculos, concretamente en invierno.]

Hace sesenta días y noches [Días] que vine a la antigua capital del reino, Climea, cuando aún era la época de los árboles [Otoño]. A pesar de vivir en una pequeña casa en el límite de la tercera muralla, lo cierto es que no se está nada mal. Cuento con un mercado lo bastante próximo como para ir y venir varias veces mientras el sol está en lo alto, así como algunas tabernas donde pasar los ratos de descanso. Sin embargo, no es mi vida aquí lo que me ha llevado a escribir por primera vez tras tantos días [Años] sin hacerlo, sino lo que he encontrado mientras miraba todos los rincones de la casa.

- La primera vez.


Era un día lluvioso de principios de invierno, con un sol que no podía verse entre las nubes. El frío comenzaba a calar entre los huesos, al mismo tiempo que la humedad y las gotas de lluvia hacían lo propio. Ataviado con una pequeña pero cómoda bufanda, un chaquetón de lana caliente y cómodo, mis pantalones vaqueros y mis deportivas eran las prendas que me hacían tiritar de frío en aquella parada de autobús.

"Sin destino a ninguna parte", como suelo decir, mi destino no era otro que un pequeño pueblo a más de cien kilómetros de distancia en el cual hoy, a ser posible, pondría mi pie por primera vez. Más de quince minutos llevaba en aquella parada, esperando a un autobús que creía que no había perdido. Lo que estaba perdiendo era la paciencia, y precisamente no soy de los que tienen poca.

Me encontraba solo, con coches pasar por aquí y por allá. Personas con paraguas intentando detener como podían la creciente lluvia, cada vez más copiosa y abundante, así como cubrirse de las esporádicas ráfagas de viento gélido. Una pareja de ancianos, un motorista que suponía que se estaría acordando de cuando decidió usar la moto en vez de un coche, una madre intentando detener a su hija que, con botas de agua y un impermeable, parecía atraida por charcos de agua cada vez mayores... Muchas más situaciones y personas pasaron ante mis ojos, y por cada una de ellas hacía una muesca de reprobación o esbozaba una sonrisa de satisfacción.

Aquella niña chapoteando, ajena a la preocupación de su madre, me hacía darme cuenta de que en realidad se puede ser feliz con muy poco... Pero siempre habrá alguien que nos enseñe que eso no es la felicidad, que nos inculque una forma de actuar "correcta"... Hablo como un anciano, teniendo en cuenta que apenas le llevaría más de quince años a esa pequeña niña. ¿Tan rápido cambiamos? Cuando vuelva a casa supongo que me afeitaré, para sentirme joven otra vez.

Y ensimismado en mis pensamientos, lo ví. El autobús pasó por delante de mí como un destello azul y verde, con las luces de frenada encendidas... Pero en la parada no se paró. Supe que era él cuando me asomé y ví el número del autobús. "¡Maldita sea mi suerte!" podría ser lo más suave que dije cuando pasó, cuando después rebusqué en un bolsillón del pantalón y ver, apuntado en un húmedo trozo de papel, que ese era el último autobús de hoy.

lunes, 9 de agosto de 2010

The Poet and The Darkness.


Iluminado mi rostro por la tenua luz de la pantalla del portátil, me disponía a realizar una actualización llamada "The Poet and The Darkness", en cuyo nombre me había inspirado por la canción que sonaba de fondo en mi habitación. El ruido del ventilador, el resplandor generado por la pantalla, así como diversas luces de colores: Rojo, amarillo, verde, naranja, azul... Eran todo cuanto me rodeaba de luz. Ni siquiera podía ver las teclas que no dejaba de apretar una y otra vez, sólo sabiendo lo que estaba escribiendo fijándome en la pantalla, viendo como aquel recuadro blanco se iba llenando cada vez más y más por pequeñas letras.

Como siempre, sin una idea de lo que hacer o contar, no dejaba de escribir sin cesar, pensando que en algún momento tendría todo que acabar. Rodeado de oscuridad, apenas salvado por la tenue luz, no podía dormir. Mi mente estaba inquieta, pensando una cosa u otra, sin poder descansar, sin poder relajarme. Quizás sea muy temprano, o quizás sea demasiado tarde como para acostarme a esta hora. No lo sé, como otras tantas cosas.

-

Sonrio, pensando en que quizás tenga razón... Pensando en que de verdad todo está perdido ya, quizás incluso antes que pensar. Quizás... Quizás... Quizás... Porque nadie sabe el futuro que nos deparará, ¿cierto? Nadie sabe nada a ciencia cierta, sólo se puede aproximar más o menos, calentarse o enfriarse según su posición.

Quiero dormir, quiero cerrar los ojos y dejarme mecer por la oscuridad. Dejar de pensar, saber que en mi mente todo lo que hay es mentira, nada real. Desconectar. Pienso en aquella película de 1999... Matrix. Pienso en cómo se quedaban las personas tras desconectarse de Matrix, tras quitarse aquel cable que les salía de la nuca y que les unía a ese mundo donde lo real era aquello que la mente quería que fuese, nada más. Ojalá tuviese un cable de esos, y pudiese dejar de estar unido a aquel mundo... Quedarse con esa sensación de tranquilidad, de saber que ya no estoy allí... Porque, ¿qué es real, y qué no lo es? ¿Por qué soy yo esta persona, y no otra?


Debo de dejar de preguntarme, de suponer, de indagar, de pensar en que quizás una cosa o la otra... Pero, entonces, no sabría lo que hacer. Estaría más perdido que de costumbre. Quiero seguir escribiendo ahora mismo, quiero seguir plasmando mis pensamientos en esta página, en este pequeño recuadro que no dejo de llenar con palabras y más palabras... Se siente tan bien, estar en trance, no pensar nada más en lo que escribes. Pagaría por sentir esto más a menudo, por dejarme inundar por la oscuridad y no pensar en nada más que en llenar hojas y hojas con palabras y más palabras.

Me gustaría escribir una historia donde yo fuese el antagonista, donde fuese el villano que nada puede, por cerca que esté. Un villano que no logra nada por mucho que lo intente, que nada tiene, a cuyo enemigo tiene a aquel héroe tan perfecto, que enamora a la mejor chica con sólo mirarla. Quiero ser el villano, quiero ser aquel que es diferente, quiero... Agh, ¿alguien me entiende? Si es así, que levante la mano y me lo explique, porque yo he dejado de entenderme hace tiempo.

Maldita sea, maldita sea, maldita sea... Deja de escribir, Adrián, deja de escribir. Te estás dejando llevar, te estás dejando llevar. Tienes que controlarlo tú, no ella, no la oscuridad... Escúchame, ¡léeme, maldita sea! Ahora que tus ojos se han fijado en mí, lee con atención... Quien escribe todo esto no eres tú. Nunca lo has sido, nunca lo serás. No eres más que un producto de mi subsconsciente, no eres más que un cuerpo que no sabe escribir si no es llevado cual marioneta. Lo sabes, lo sabes muy bien... ¿O acaso puedes escribir lo que te gustaría y cuando te gustaría? No, no puedes... No tienes el control, el control te tiene a ti. Reacciona de una vez y contempla la obra que estás realizando, como te dejas llevar... Ahora, piensa.

Piensa, piensa, piensa...


No, no pienses. Sigue así, en esta situación. Deja que tus manos escriban y escriban, que no dejen de escribir. Te gusta esta sensación, la sensación de crear, casi como un Dios... Quieres sentirte por encima de todos los demás, ¿verdad? Vanidoso, vanidoso... Despierta, ¿o acaso todavía no has dormido?

No sé lo que estoy escribiendo, si es que soy yo el que escribe. Esto es tan personal, tan... Caótico, como yo mismo, que no sabría ni por donde empezar, si es que todavía está lejos el final. Soy el caos, no tengo orden... Mi cabeza sufre terremotos sin cesar, dejando curiosamente cosas que parecen tener un orden. Soy lógico, pero me gusta ser ilógico. Quiero saber, pero al mismo tiempo quiero desconocer y aprender.

-

Ahora pestañeo, miro la pantalla y me sorprendo de lo que acabo de escribir... ¿Qué es esto? ¿Acaso tiene algún orden o lógica, salvo la explicable desde la misma locura? ¿Estoy loco, quizás? De ser así, debería de ser capaz de comprenderlo... Porque la locura sólo se puede comprender si estás loco, ¿verdad?

Y con la noche cerrándose cada vez más, las luces de la habitación cada vez me resultan más y más lejanas... La oscuridad se cierne sobre mí, intenta abrazarme. El sueño parece penetrar dentro de mi mente, seduciéndome a cerrar los ojos y dejar que todo pase. La música sigue escuchándose de fondo, pero mis oidos comienzan a sentirse mal... Quieren un silencio tranquilo, pero movido. Quieren que las canciones dejen de sonar, y que sólo se siga escuchando el ruido del ventilador. Les concederé este deseo, pues.


Hasta mañana.