Una simple definición de diccionario

sábado, 16 de enero de 2010

Euphoric field.




¿Qué es este dolor lacerante, que atraviesa mi corazón y mis entrañas, expandiéndose por todo mi pecho, y surcando mi rostro de lágrimas? ¿Cual es el motivo que me hace sufrir de esta manera, de un dolor que sólo está en mi interior, y nada puede sanarlo?

Si supiera el motivo de mi dolor, intentaría encontrar una cura... O, simplemente, me cansaría de estar siempre buscando, aceptando lo que me toca por ser como soy. Igual que un ladrón recibe lo que se merece, alguien como yo tiene la soledad que se ha ganado por derecho propio.

¿Y este castigo? Por no encontrar a nadie, y por no abandonar a nadie. Soy el rechazado, soy el repudiado, soy el odiado... Pero nunca el amado, nunca el querido, nunca el necesitado.
Duele... Duele... Duele mucho. Y, sin embargo, este es el único dolor que me hace darme cuenta de las cosas. Durante poco tiempo, es verdad, pero durante lo que dura soy capaz de verlo todo con claridad inusitada. Sigo cometiendo errores, dejándome llevar por estos inútiles y a la vez inestimables sentimientos.

Si renunciase a ellos, ¿mi vida sería más llevadera, o de lo contrario viviría como un autómata cuya mera existencia lo es todo? El dolor es una parte intrínseca de nuestra existencia... El dolor de dar vida. El dolor de nacer. El dolor de respirar. El dolor de amar...

Y, a pesar de tantas y tantas cosas que digo sin ni siquiera pararme a pensar, es este dolor el único que consigue hacernos sentir vivos realmente. Que nos da miedo, que nos da alas para hacer lo que no haríamos desde el suelo.

El miedo a este dolor, o de seguir sufriendo, es lo que nos hace movernos, lo que nos hace buscar a otra persona con quien compartirlo, reduciendo esta lacerante carga que acongoja nuestro corazón y nuestros sentidos.

Antes conté una gran mentira. No es que todo lo vea más claro... Es que todo lo que veo, me hace daño. Todo lo que intento comprender es otra punzada más en el pecho. Todo lo que digo, palabras que raspan mi garganta desde el interior, en un desesperado intento por alcanzar a alguien o algo. Por reducir este dolor. Mis sentimientos son anulados por esta terrible desesperación que siento ahora mismo, incapaz de pensar en otra cosa más que en su cesar.

Pero no lo consigo... No encuentro las palabras adecuadas... No encuentro las acciones pertinenes... No encuentro con quien compartirlo. No encuentro nada...

Estoy solo. . .

Solo con este dolor que lacera y atraviesa mi corazón. Solo con este pesar que no me hace ver más allá de lo que alcanza mi mano pero... ¿Es esto malo? Quizás si solo extiendo mi mano para alcanzar lo que pueda, no vuelva a ocurrir semejante dolor por tanto esfuerzo, por intentar alcanzar algo demasiado lejano para alguien como yo.

Ah, acabo de acordarme...

Hace mucho tiempo que encontré la causa de mi dolor. Pobre de mí por haberlo vuelto a olvidar. Tonto, tonto, tonto... Iluso, esperanzado... Deja de pensar en la bondad de los demás y en la de tí mismo.

¡Si quieres hazlo, cógelo por tí mismo! Porque la causa de que me sienta así no es otra que yo mismo y mi desesperante bondad, esperando que algo nazca o que me entreguen algo que soy incapaz de tomar con estas manos mías. Con estas manos que no cesan en ningún momento de martillear el teclado una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...

Un pesado yunque es sobre el que mi cuerpo se sustenta, siendo este un sencillo amasijo de metal inclasificable, que no dejo de martillear para darle forma. Todavía el metal está caliente, por lo que cualquier martillazo que vaya por mal camino terminará mal. Tendré que volver a empezar, volviendo a sumergirme en las brasas para ponerme al rojo vivo, para poder ser manipulado otra vez, para poder tener una forma que alguien quiera tener. Como el fénix que renace de sus cenizas, si bien de estas brasas sólo puede salir otro amasijo que tendrá que volver a intentarse.

Sí, sólo soy un mero trozo de acero que necesita que lo pulan, que le den forma, que alguien lo quiera, lo necesite, y lo ame como una parte de sí.

Quiero cambiar, quiero ser otra persona, quiero volver a empezar... Y no renunciaré a nada, porque todo ya ha renunciado a mí. Sólo soy un cuerpo con una mente que no le es lícita. Una persona non grata para los demás.

Y, a pesar de todo, el dolor persiste... Y yo, como tal causante de mi propio dolor, no dejo de recordar que me duele porque, otra vez, me han vuelto a hacer añicos por dentro. Me han vuelto a quebrar por el único sitio que intenté evitar que entrasen.

Tengo en pecho enchido de dolor, lacerando cada parte de mi cuerpo como una sola cosa, haciendo nublar mi mente con pensamientos que no tienen ni tón ni són. Pensamientos vacuos motivados por la ausencia de alguien con quien compartir mi propia vida, buscando una respuesta que siempre he tenido clara pero que nunca me he atrevido volver a mirar...

Sí, estoy solo como causante de mi propio dolor, porque me pertenece por derecho propio...


Todavía tengo que madurar.

No hay comentarios: